Entrevista con Claudia D’Amico (11_2022)

Los estudios sobre el platonismo cusano y la gestión universitaria en Argentina: entrevista con Prof. Claudia D’Amico

by Francisco Iversen

November 2022 – In this interview, Prof Claudia D’Amico (UNLP-UBA/CONICET) discusses the most emblematic moments of her career as a specialist on Nicholas of Cusa’s reception of Plato and other Platonic philosophers, like Proclus. D’Amico also draws a path for the future of medieval studies in Argentina and Latin America in relation to the innovations in the teaching of philosophy and interregional dialogue.

About Claudia D’Amico

Claudia D’Amico holds a PhD in Philosophy from the University of Buenos Aires (UBA). Among her many responsibilities, she is Chair Professor of medieval philosophy at UBA and the National University of La Plata (UNLP), principal investigator at CONICET, post-graduate secretary at UBA, director of the journal Patristica et medievalia, head of the Argentinian Cusan Circle, former head (2011-2015) of Sociedad iberoamericana de Neoplatonismo and member of academic committee of Cusanus-Gesellschaft.

The Interview

Francisco Iversen: ¿Cuál es su tema actual de investigación? ¿Cómo llegó a él y por qué le parece importante para los Estudios Medievales o para la Filosofía en general?

Claudia D’Amico: Hace muchos años me dedico a estudiar la tradición platónica en la edad media. Cuando comencé mis estudios más específicos, después de graduarme y siendo bastante joven, llamó mi atención una diferencia muy notable entre la tradición platónica del cristianismo latino procedente de la línea agustiniana y la procedente de las traducciones latinas de la obra del Pseudo Dionisio Areopagita. Poco después advertí que lo que me había parecido un descubrimiento, se había dicho hacía mucho tiempo: llegó a mis manos un famoso artículo de un gran estudioso alemán, Joseph Koch, publicado en la década del 50, que se titula precisamente “Augustinischer und dionysischer Neuplotonismus und das Mittealter”.

De modo que eso a lo que yo había llegado como una primera intuición, de alguna manera, ya estaba estudiado. La ocasión puntual de revisar la tradición en la obra de Nicolás de Cusa comenzó en mi doctorado y se profundizó con el trabajo de edición conjunta con el Cusanus-Institut de Trier, donde yo había hecho una estadía postdoctoral, de una obra del Cusano el De li non aliud, texto del cual el Prof. Klaus Reinhardt había descubierto un nuevo manuscrito en la década del 80.En ese trabajo conjunto con colegas argentinos y alemanes,  la parte argentina se ocupó de la reconstrucción de las fuentes de ese escrito cusano para armar el aparato crítico. En lo personal, me ocupé de las fuentes de la tradición platónica, en especial, de la presencia de la obra de Proclo en ese texto que es muchísima.

A partir de ese primer contacto, dediqué muchos años a analizar la influencia de Proclo en el Cusano y a reconstruir la cronología de esa recepción y asimilación. Actualmente, me dedico a la recepción de las traducciones de diálogos platónicos que se dieron en la primera mitad del siglo XV en las obras del Cusano, sin abandonar la tradición que a partir de Dionisio lo llevó a Proclo y también a otros pensadores del neoplatonismo cristiano como Escoto Eriúgena o Meister Eckhart.

FI: ¿Serían traducciones previas a las de Marsilio Ficino?

CD: Claro, Marsilio es de la segunda mitad del siglo XV y traduce todo Platón, pero el Cusano no llega a conocer eso. En la primera mitad del siglo hay traducciones de diálogos que la edad media no había conocido en latín como la República, la Apología pero también hay nuevas traducciones de algunos que sí conoció la Baja Edad Media como Fedón, retraducido ahora por Leonardo Bruni, o Parménides por Jorge de Trebisonda. El Cusano conoció estas nuevas versiones y las anotó; de hecho, el título de su famosa Apología de la docta ignorancia donde él se defiende de una acusación que le había hecho un profesor de Heidelberg parece haber estado inspirada en la traducción en la Apología de Sócrates platónica que él acababa de conocer por la versión de Bruni. Y como este hay una infinidad de ejemplos y detalles interesantes.

FI: ¿Cómo vive el hecho de trabajar en varias universidades y cátedras? ¿Cómo caracterizaría la enseñanza e investigación de la Filosofía y de los Estudios Medievales en la Argentina?

CD: Yo trabajo en dos universidades argentinas y tengo el orgullo de que sean dos de las más importantes del país. Una es la Universidad de Buenos Aires (UBA) y otra la Universidad nacional de La Plata (UNLP). Obviamente, con distinto grado de presencia porque mientras que en UBA siempre tuve una dedicación exclusiva – es decir que tengo radicada mi labor como investigadora del CONICET en esa universidad –, en La Plata sólo tengo una dedicación parcial y dicto clases solo un cuatrimestre al año. Así, el nivel de compromiso y de tiempo en ambas instituciones varía. Con todo, han sido en estas décadas dos experiencias de enseñanza diferentes pero buenísimas, teniendo en cuenta que nuestros estudiantes están muy interesados en la Filosofía Medieval. Contra todo preconcepto, el área despierta muchísimo interés entre los jóvenes. Yo creo que esto se debe a que nuestros jóvenes vienen carentes de prejuicio contra el medioevo, algo que no sucedía unas generaciones atrás cuando muchos creían que no había Filosofía en la Edad Media o que sólo se podía abordar la Edad Media desde el punto de vista religioso o teológico. Afortunadamente, los años y el trabajo de los profesores que nos precedieron, como Francisco Bertelloni o Silvia Magnavacca, hicieron una gran tarea mostrando que la Filosofía Medieval es un campo disciplinar tan importante como la Filosofía Antigua o la Moderna. En este sentido, la experiencia en ambas instituciones es formidable y se ha traducido a lo largo de los años en adscripciones a la cátedra, tesis de licenciatura, tesis doctorales y proyectos de investigación con muchos integrantes. Cuando un trabajo es fecundo,  estos son los frutos.

FI: ¿Qué puede decir de la gestión universitaria? ¿Cuáles serían los objetivos de su gestión en UBA?

CD: Siempre tuve interés en la gestión universitaria. Muchos años fui representante en la junta departamental – el órgano consultivo del Departamento de Filosofía– primero desde el claustro de graduados, luego desde el de profesores. Fui Directora de ese Departamento entre el 2007 y el 2009, fui Consejera Directiva –el órgano representativo que gobierna la facultad junto con el decano y el resto de autoridades –, por ocho años, y también miembro de la Comisión de Doctorado por ocho años. Actualmente, a partir del primero de agosto de este año, soy Secretaria de Posgrado, mi primer cargo como autoridad en la gestión de la facultad. Ser secretaria de posgrado presenta muchos desafíos. Primero, hay varias políticas que ya comencé a poner en marcha. En primer lugar, la articulación entre el grado y el posgrado. Me parece fundamental que todo estudiante de grado se sienta potencial estudiante de posgrado y que desmitifique la idea de que una maestría o un doctorado es para una elite o que es inaccesible. En este sentido, estamos organizando una serie de reuniones por departamentos – de las distintas carreras de la facultad: filosofía, letras, historia, antropología, geografía, bibliotecología, artes, edición – con estudiantes avanzados para presentarles nuestras ofertas de posgrado. Además, las ofertas de posgrado para los estudiantes de la casa, de esta misma institución, es gratis para el doctorado y muy accesible para las maestrías y especialización. Hay que hacer un trabajo especial en mostrar cómo el grado puede ser un punto de partida y no solo un punto de llegada, especialmente en carreras como la nuestra donde la investigación es fundamental para seguir avanzando en el área disciplinar. Una segunda cuestión que me interesa especialmente es abrir el posgrado de nuestra universidad hacia la región, tanto hacia el interior del país como a toda Latinoamérica y aún más allá. Para eso es importante que varias de nuestras carreras se vayan reconvirtiendo hacía una presencialidad remota o al formato a distancia. Esa sería una buena posibilidad para que nuestros posgrados se puedan cursar sin necesidad de instalarse en Buenos Aires unos años.

FI: ¿No está sucediendo ya eso postpandemia?

CD: Sí y no. Aunque empieza a pasar en algunos casos, las carreras que no están aprobadas como carreras a distancia deben ser presenciales. Ahora la misión es intentar hibridar el dictado – con algunas instancias presentes y otras sincrónicas – y redefinir la sincronía como cierta presencialidad. Por eso me parece fértil la noción de “presencialidad remota” por sobre la idea de “carrera a distancia”. Esto porque mientras que la carrera a distancia tiene otros recursos no presenciales, la presencialidad remota supone una presencia en un tiempo común pero no en un espacio común.

FI: ¿Qué pasaría con la cuestión arancelaria en esta proyección a la región del posgrado en UBA?

CD: Los alumnos de la casa tienen el doctorado gratuito mientras que para alumnos de otras carreras hay un arancel, muy accesible para quienes proceden de otras universidades nacionales y un poco más alto para los graduados de universidades privadas o extranjeras. En cualquier caso, nuestros posgrados son realmente muy accesibles para cualquier alumno de América Latina y lo son todavía más para aquellas que están más lejos de la región. No es un dato menor su alto nivel de excelencia académica.

FI: En esta misma línea: ¿Querría ampliar sobre la maestría en estudios medievales en la que Ud. participa como docente?

CD: Sí, yo participo como docente y estoy en el consejo académico. La maestría en estudios medievales es una propuesta interdisciplinaria que busca formar medievalistas en un sentido amplio: historiadores, filósofos, lingüistas, literatos, historiadores del arte o de cualquier otra disciplina de base que quieran profundizar en este riquísimo período. Cada estudiante refuerza las áreas que menos trabajó en el grado. Así, si uno está graduado en filosofía tendrá más historia, literatura y arte y así con las otras áreas. La maestría también da una formación, al menos elemental, en las lenguas principales del período como lo son el latín, el griego y el árabe.

FI: ¿Para un candidato a doctor de alguna de estas carreras en el área de medieval es recomendable hacer la maestría?

CD: Completamente. En especial porque nuestro doctorado tiene un sistema libre de créditos, quien llega a determinado puntaje puede presentar la tesis, no hay seminarios obligatorios. La maestría es fantástica en ese sentido porque hace que el aspirante sature dicho puntaje al hacer la maestría completa. En lugar de hacer seminarios sueltos en nuestro doctorado autónomo, que es muy particular, porque depende de la oferta de seminarios que aparezca, la maestría asegura que todos los seminarios sean del área y ofrece en ese sentido una formación muy sólida. Lo recomiendo sin dudar.

FI: Teniendo en cuenta las sociedades internacionales, la vuelta a la presencialidad y los intercambios universitarios: ¿Qué opina del contacto entre académicos de distintas partes del mundo? ¿Cómo se puede innovar en ese sentido?

CD: Bueno, yo creo que la pandemia nos dejó tironeados entre dos cuestiones. Por una parte, nos hizo reivindicar la importancia de la presencialidad para quienes hacemos filosofía y queremos discutir frente a frente, no por una pantalla y con problemas de conexión. Por otra, nos mostró la posibilidad de encuentros que no hubieran ocurrido sin herramientas como las plataformas. Cada uno de nosotros tuvo experiencias de participación virtual en eventos académicos a los que quizá no hubiera podido concurrir por falta de tiempo o de apoyo financiero para el viaje. Esto hace unos años era impensable. Obviamente, la presencialidad es irremplazable en algunos casos, pero la virtualidad nos abre posibilidades que se pueden potenciar aún más.

La virtualidad ayudó no solo a la participación en congresos y jornadas, sino que también puso en contacto diferentes grupos de trabajo radicados en diferentes universidades del mundo y les permitió compartir experiencias y resultados, así como plantear propuestas conjuntas.

FI: En la misma línea. Dada su amplia trayectoria como docente e investigadora de la filosofía medieval: ¿Qué cambios en las condiciones para investigar y dar clases en las universidades destacaría? ¿Le parece que la tecnología ayudó a mejorar la calidad del trabajo? Con respecto a esto último: ¿Considera que la pandemia colaboró con el desarrollo de herramientas de trabajo?

CD: Concretamente, la pandemia volvió digitales gran parte de las bibliotecas tanto de instituciones públicas como privadas. La imposibilidad de salir ayudó, en muchos casos, a poner a disposición el material que uno tiene y a recibir el de los colegas. Y esto se logró solo con poner en común el material digital que los especialistas de un mismo tema teníamos. Esto es un logro, sin duda. Recordemos que hasta no hace mucho, cualquiera de nosotros, antes al viajar, a un congreso o a dictar un seminario, llevaba consigo montones de libros y eso ya no sucede, cada quien tiene una enorme biblioteca digital en su computadora. Especialmente, en nuestro campo en particular, la posibilidad de que bibliotecas de todo el mundo envíen copias de manuscritos – y manuscritos bien legibles – de forma digital posibilita que desde Argentina se pueda editar o traducir un texto del cual todos los manuscritos están en diversas bibliotecas europeas, algo impensable hasta hace pocos años.

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